Andros Lozano y Marcos Moreno
EL ESPAÑOL contacta con dos de las principales bandas de narcos que operan en el país. Por primera vez, permiten a dos reporteros adentrarse de lleno en el negocio de la ‘dama blanca’. Traen miles de kilos al año. En cada golpe facturan 40 y 50 millones de euros. Aseguran que tienen comprados a guardias y portuarios. Un 9,1% de españoles consume esta droga.
“Venid, la han debido de dejar aquí arriba”, dice Nito, narcotraficante madrileño. La casa, deshabitada, apenas tiene muebles. Al poco de subir a la planta de arriba, un río de gotas de sudor nace del entrecejo de este hombre que nos ha recogido con su coche hace media hora en mitad de Madrid.
Una de las gotas de sudor desciende por el tabique de la nariz de Nito hasta que se descuelga y cae sobre un fardo que envuelve un kilo de cocaína. “Aquí está. La dama blanca”.
Nito está nervioso. Siempre lo está con cada nuevo trabajo. Además de ser minorista, se dedica a robar coca a otras bandas disfrazado de policía o guardia civil. Hoy camufla con ropa todo su cuerpo. Sólo deja un pequeño resquicio en su capucha para poder ver. Sabe que se juega la vida si lo reconocen.
El narco raja el paquete dentro de una habitación pequeña, mal iluminada, en la que sólo hay unas cuantas bolsas de ropa tiradas por el suelo aquí y allá. Antes se ha sacado la pistola de la cinturilla de su pantalón. El arma, una 9 milímetros parabellum, le costó 4.500 euros en el mercado negro de la capital. “Aquí se venden hasta kalashnikov…”, asegura.
El hombre incrusta en el paquete la punta afilada de un cuchillo, raja el envoltorio y extrae una pequeña cantidad de polvo blanco. Son apenas dos o tres gramos. Sin probarla, porque ya no le hace falta tras tantos años en el negocio, el narco asiente. “Es coca”, dice. La reconoce por el color y la espesura de la mercancía.
Por primera vez, un medio español accede al corazón del tráfico de cocaína en España. Para ello, EL ESPAÑOL se ha entrevistado con diversos jefes y peones de dos de las bandas más importantes que operan en el país.
El mero hecho de reunir en una sola casa a un miembro de una de las organizaciones, su arma, un kilo de cocaína, balas y un chaleco oficial de la Policía Nacional -con los que realizan los llamados ‘vuelcos’- llevó varios días de gestiones y numerosos cambios en el lugar y la hora fijados.
Estas dos organizaciones delictivas llevan años inundando las calles de media Europa con toneladas de cocaína. En cada envío, mueven 500, 1.000, 1.500 y hasta más kilos de coca oculta en piñas o en latas -lista para el consumo- o en forma de pasta base con aspecto de tabletas de chocolate o en la pintura de cuadros.
En cada golpe, llegan a facturar 20, 30, 40 millones de euros. En el mercado mayoritario, el kilo ronda ahora los 24.000 euros. Tras el corte, su precio se triplica. De ahí que el gramo cueste unos 60 euros.
Estas bandas se componen de numerosos intermediarios que se llevan una comisión por cada kilo: desde la persona que soborna a los agentes policiales hasta el camionero que la saca del puerto o las mujeres colombianas que son usadas para viajar hasta España y retornar a su país con 100.000 euros escondidos en la vagina y otros 100.000 en el ano. Así, poco a poco, se logra pagar la mercancía que un cártel ha enviado desde el otro lado del océano Atlántico.
Desde hace décadas, España es la principal vía de entrada de cocaína en Europa y el segundo mayor consumidor del continente tras Reino Unido, según el Observatorio Europeo de las Drogas y Toxicomanías (EMCDDA). Si antaño lo fue Galicia, donde sigue entrando, ahora “los principales coladeros” son los puertos de Valencia y de Algeciras, dice una fuente de la lucha contra el tráfico de drogas.
Pese a que su consumo permanezca oculto, a diferencia del de hachís o la marihuana, un 9,1% de españoles consume coca. En 2017, de acuerdo a los datos facilitados por el Ministerio del Interior, las autoridades policiales se incautaron de 32.795 kilos de cocaína. Sin embargo, entró mucha más… Aunque nadie sabe cuánta.
Pero, ¿cómo funciona este mercado ilegal? Estos son los siete oficios imprescindibles en cualquier banda que introduzca en España tres o cuatro toneladas de cocaína al año.
Silvio, el sobornador
Silvio lleva dos décadas en el negocio. Él ya sólo hace “generales”. Un general, en su argot, quiere decir que sólo trae grandes cantidades de cocaína para luego ponerlas en manos de los clientes que los cárteles tienen en España.
En una ocasión, Silvio llegó a traer 12.000 kilos de cocaína ocultos en un contenedor. “Fue algo excepcional”, reconoce. “No es lo común”. Luego, los repartió entre cinco bandas de narcos españoles.
Silvio está especializado en la logística del negocio. “Facilito que la droga llegue a España”. ¿Cómo lo consigue?, pregunta el periodista. “Busco empresas limpias, hablo con los dueños de la coca allí, busco clientes aquí”.
Por momentos, Silvio retiene sus palabras. Con insistencia, logramos que nos cuente con detalle cómo lo hacen.
“Mira, es esencial comprar a los agentes de Aduanas y a los guardias civiles de los puertos. También a los propios portuarios, claro. Compramos a grupos de trabajo, no a todos. En este negocio mucha gente se lleva su tajada”, explica.
Según el relato que hace este narco, el primer paso es conseguir que alguien de Aduanas le señale las empresas exportadoras latinoamericanas que están limpias y que no son sospechosas. Otra opción es crear su propia empresa o adquirir una para comenzar a realizar envíos hacia puertos españoles. La opción más elegida es la primera.
Después, Silvio contacta con los dueños de las empresas para que, cada cierto tiempo, permitan introducir cocaína en los contenedores que trasladan sus mercancías, desde pieles a frutas. “Es una forma que tiene de ganarse un dinero extra cada cierto tiempo. Y empresas interesadas allá hay miles… No faltan”.
Una vez la droga llega a España, las bandas de narcos necesitan que la persona que está en el control de los contenedores le indique al gruista el lugar exacto en el que quiere que le ubique en tierra el container. “También están comprados. Es esencial”, cuenta Silvio.
Los peones del narco
Si es posible, el gruista tendrá que dejarla en la zona de tránsito del puerto porque es ahí donde suelen pasar más días y las bandas disponen de mayor margen de tiempo para operar.
El paso posterior es sacarla de puerto. Al tratarse de grandes cantidades, se necesita que un camión saque la mercancía al exterior. Normalmente, luego se suele llevar a una nave. “Necesitamos que Aduanas no abra el contenedor y que la Guardia Civil no le dé el alto a la salida”, explica Silvio. “Si lo hacen, se pierde la mercancía”.
Una vez en la nave, se rompe el precinto del contenedor y se extrae la droga. De inmediato, al contenedor se le vuelve a colocar otro precinto original que un miembro de la banda ha traído expresamente desde el país desde el que ha partido la mercancía. Es otro requisito imprescindible. Sin sello, todo se va al traste.
Por seguridad, los narcos siempre eligen envíos directos desde el puerto de salida, normalmente desde países como Brasil, Colombia, Venezuela o Ecuador. “No queremos que pase por Panamá, Perú o Chile, donde se roba mucha droga. Los narcos y la poli de allí meten una cámara y ven si la carga va preñada. Como te la encuentren, la liaste”.
En el caso de que se trate de 50 o 100 kilos, cantidades menores, Silvio explica que, en la mayoría de ocasiones, la droga se saca sin que salga del puerto. Asegura que los guardias civiles a los que corrompen llegan a introducir en los maleteros de sus coches a hombres para que entren en el puerto, carguen en mochilas la coca y vuelvan a salir de la instalación del mismo modo.
“Necesitamos trabajar de madrugada, cuando hay menos trasiego. Siempre se hace a noche cerrada. Sin Aduanas, Guardia Civil y portuarios no hay nada que hacer. Imposible. Te lo digo yo”, dice Silvio. “Cuando la droga llega aquí, mi trabajo ha terminado. La pongo en manos de otros y yo ni la toco”.
Silvio gana 500 euros por cada kilo que introduce en España. “Somos meros comisionistas. Imagina: 1.000 kilos, 500.000 euros. No más. Y eso cada cuatro o cinco meses. Los que ganan no somos nosotros. Los españoles somos meros pardillos en todo este tinglado”.
– ¿Merece la pena este mundo? -pregunta el reportero.
– Por momentos, sí- responde el narco.
– ¿Y no importa que muera gente, en parte, por vuestra culpa?
– Si se mueren, es por la mierda que algunos venden. Si fuera pura, como intento yo que sea, no sería tan adictiva ni perjudicial.
Ricardo, el señor del sello
Ricardo es colombiano. Pero podría ser ecuatoriano, venezolano o brasileño. Su trabajo, a simple vista, es sencillo. Requiere de la confianza tanto de la oficina que envía la coca como de la organización que la recibe.
Cada vez que hay un envío de cocaína en un contenedor, la oficina del cártel para el que trabaja Ricardo le consigue una copia exacta y legal del mismo precinto que lleva la mercancía. Una vez consigo, ha de conseguir que los escáneres de los aeropuertos no se lo detecten. Los esconde en el ano, en dobles fondos… “Y de otros modos que no voy a contar”, asegura.
Una vez la coca llega a puerto español, él ha de encargarse de que la banda receptora vuelva a poner dicho precinto tras partir el anterior . “Cuesta 15.000 euros. Pero hay quien es tan ratero que hace falsificaciones y lo pillan. En este negocio, ahorrar en cosas así te echa al traste el trabajo”.
Ramón, el mayorista
Ramón lleva unos 20 años en el negocio de la cocaína. Se encarga de recibir la mercancía de manos de personas como Silvio para luego él hacer lo mismo con sus clientes europeos. Es un intermediario al por mayor.
Ramón tiene numerosas casas a nombre de gente limpia. Las usa para guardar la droga durante días u horas en cantidades inferiores, como 20 o 30 kilos. También dispone de alguna vivienda que utiliza como cocina. Cuando recibe, por ejemplo, 500 kilos de cocaína en pasta base, Ramón se trae a varios colombianos que se la dejan lista para el consumo. “Ellos saben las fórmulas químicas exactas para cristalizar el material”.
Ramón encierra a los cocineros en una casa durante 20 o 30 días. Durante ese tiempo no salen de allí. Una persona a su cargo es quien les lleva comida, tabaco… A veces, también prostitutas. Ramón actúa así para evitar robos.
“Los cocineros españoles te pueden robar llevándose coca en el culo o como sea, porque no dejan que veas cómo la procesan hasta convertirla en polvo. Y ellos sí salen de las casas. Pero los que vienen del pueblo (se refiere a lugares remotos de países como Colombia) no tienen a dónde ir. Droga que sale, lo apunta uno de mis hombres. Así nunca se pierde nada, salvo que se compinchen con mi gente, que todo puede ser”.
Reinaldo, el cocinero
Reinaldo es colombiano. Le cuesta leer y escribir, pero sabe cómo extraer la cocaína de la pasta base. Algo así como no saber ir en moto pero trabajar en la fábrica de Ducatti.
Extrae la droga de tabletas de chocolate, de pinturas… “Se oculta en cualquier cosa. Lo esencial es saber cómo procesarla para que cristalice. Usamos acetona y otros componentes químicos…”.
Por cada kilo de coca que deja lista para el consumo, Reinaldo cobra 500 euros. Cuando viene a España, suele hacerlo con cuatro o cinco cocineros más. En ocasiones les han traído con sueldo fijo: 100.000 euros por trabajo.
Nito, de minorista a ladrón
Nito no deja de sudar. Para las fotos ha cubierto su rostro y su cuerpo con la equipación que usa cuando da vuelcos a otras bandas de narcotraficantes. Para ello, se viste con ropa oficial de la Policía o de la Guardia Civil.
Él y su gente se hacen pasar por agentes policiales cuando acuden a las naves y a las casas en las que saben que hay cocaína. Una vez allí, la roban a punta de pistola.
Encima de su cama, Nito tiene un chaleco y un pasamontañas que le compró a un policía nacional. “Es todo original, toca toca. Nada de copias. ¿O tú te crees que los agentes son tontos? Algunos sacan la misma tajada que nosotros”.
Nito dice que algunos cargos policiales corruptos están compinchados con bandas de ladrones para avisarles cuando conocen que se está llevando a cabo un alijo de coca en algún lugar. “Nos avisan para que vayamos nosotros a robarla y luego se llevan su parte”, explica.
El camionero de las bandas del este
En la actualidad, mafias procedentes de países del este de Europa son las encargadas de trasladar hacia lugares como Inglaterra, Holanda, Suecia o Bélgica la droga que antes ha llegado a España, donde en 2017 se incautó el 40% de la droga decomisada en el continente, según cifras de Interior.
Los traficantes con los que ha contactado EL ESPAÑOL dicen que estas bandas usan la vía terrestre para el traslado. Disponen de numerosos camiones caleteados (con dobles fondos) en los techos y en las paredes de los vehículos. Las mafias proceden de Serbia, de Albania, de Croacia…
Yenni, con 100.000 euros en la vagina
Yenni es colombiana. No alcanza los 30 años. Es guapa. Está en España desde hace dos semanas. El jefe de una banda de narcos la trajo junto a otras nueve mujeres más de su misma nacionalidad para que disfrutaran de unas vacaciones en un hotel de lujo.
En unos días, Yenni tomará un avión desde un aeropuerto internacional de España con destino a su país. Antes de partir, en el ano y en la vagina se habrá introducido 200.000 euros en billetes de 500. 100.000 por un orificio y otros 100.000 por el otro. Los transportará hasta Colombia dentro de su cuerpo gracias a un condón o a un cilindro pequeño.
Yenni cobrará 6.000 euros. Su jefe ya no volverá a llamarla más. No quiere que las autoridades policiales comiencen a sospechar de su rostro. Como han venido 10 mujeres, se llevan de vuelta 2 millones de euros. Es una de las formas que los narcos de aquí tienen de pagar la mercancía a los cárteles de allá. Poco a poco. Sin prisa. Sin pausa.
“El 30% de la coca se la quedan entre Aduanas, estibadores y Guardia Civil. Todos tienen un precio”
“Este negocio es sencillo”, dice el narco, jefe de una importante organización en España dedicada a la importación de cocaína desde Suramérica. “Aunque no merece tanto la pena como parece. Las cifras que movemos son muy altas, pero la mayor parte del pastel se lo lleva quienes mandan la coca y quienes la venden por Europa. Los españoles somos meros comisionistas baratos que ganamos 500 pavos de mierda por cada kilo que movemos”.
El traficante pide que se le llame Zape. Sentado en una cafetería del centro de Madrid, toma un refresco y habla de sus más de dos décadas en el “sector”, como llama al narcotráfico.
“Necesitamos quienes nos digan con qué empresa meter la coca en España, necesitamos quienes nos faciliten la salida del puerto y, por último, necesitamos cómo pagar a quienes nos la mandan desde Colombia, Brasil o Ecuador. Y para eso hay tres patas, aunque la esencial es la policial”.
– ¿Cuáles son?- cuestiona el reportero.
– Aduanas, Guardia Civil y empresarios que blanquean dinero. Todos tienen un precio. Sin corrupción no hay negocio.
EL ESPAÑOL publicó este domingo un reportaje sobre los oficios del gran tráfico de cocaína en España, un negocio que mueve cifras astronómicas. Sólo en 2015, se estima que el mercado de la ‘dama blanca’ generó 2.000 millones de euros de beneficios para las organizaciones que operan en el país. La cifra la aportó el Centro de Inteligencia contra el Tráfico y el Crimen Organizado (Citco), dependiente del Ministerio del Interior.
En esta segunda entrega se aborda, gracias a las numerosas entrevistas mantenidas con miembros de dos organizaciones delictivas, entre ellas la liderada por Zape, cómo logra llevarse a cabo cada envío, qué actores intervienen y de qué forma se realizan los pagos.
Sobornos en los puertos: «se llevan el 30% del negocio»
El primer paso que han de dar las bandas de narcos para traer a España un cargamento de cocaína es disponer de una empresa de transporte de mercancías en la que poder introducir la droga. Reconocen que es la forma más segura y rentable para ellos de trasladar grandes cantidades.
Aunque los envíos también se realizan mediante veleros y a través de trasvases de fardos en alta mar entre barcos pesqueros y lanchas, el tráfico de contenedores por todo el planeta es el “camino más eficaz”.
Los narcos con los que se ha entrevistado este reportero explican que necesitan tener a “gente” de su parte en el interior de los puertos españoles. En los últimos años, sus predilectos son los de Valencia y Algeciras (Cádiz). Este último es el de mayor tráfico de contenedores del país y uno de los más importantes de Europa, sólo superado por Rotterdam (Holanda), Amberes (Bélgica) y Hamburgo (Alemania).
“Aduanas nos ha de decir qué empresas están limpias. Necesitamos conocer con qué empresa importadora española podemos trabajar, o crear una empresa y colaborar con una compañía exportadora de algún país latinoamericano. Lo hacemos para saber en qué contenedor tenemos fiabilidad de que se puede meter una cantidad notable de coca: 500, 1.000, 2.000 kilos… Si se envían cantidades menores, como 100 o 200 kilos, pueden ir hasta en bolsas de deporte…”.
Los narcos explican que una o varias personas de Aduanas han de estar sobornadas para evitar que el día del envío se registre el contenedor en el que va la mercancía. En el interior del puerto, este cuerpo dependiente del Ministerior de Hacienda se encarga de fiscalizar todas las mercancías que entran en territorio nacional. “Luego, interviene la Guardia Civil y, por último, los portuarios… Si no, no sale del puerto”.
Si la carga es pequeña (digamos, 100 kilos), los narcos corrompen a guardias civiles y portuarios para que sean ellos mismos quienes saquen los bultos del puerto. Los estibadores llegan a hacerlo incluso por los tornos de entrada y salida a sus zonas de trabajo.
Son pocos los que dan el paso -tanto agentes como portuarios- pero algunos acaban cediendo. Antes de sacar la mercancía, habrán roto el precinto del contenedor señalado y luego se habrá sellado la carga con uno nuevo -idéntico, legal- que ha llegado a través de un emisario desde el puerto del que partió.
“También hay otra opción cuando son cantidades pequeñas: el guardia mete a un chaval en el maletero de su coche. No siempre se actúa igual. Nos adaptamos a las necesidades”, explican las fuentes consultadas.
Si la cantidad es mayor (por ejemplo, 1.000 kilos; en el argot, ‘un general’), es necesario que el contenedor salga del puerto encima de un camión. Para ello, Aduanas no ha tenido que sospechar de la mercancía y la Guardia Civil le ha debido permitir su salida de la instalación portuaria.
Resulta esencial que, para que la coca salga del puerto, a su llegada un operario de las grúas que descargan los barcos de mercancías la deje en el lugar exacto en el que se quiere que ubique el contenedor.
Esta persona ha de estar coordinada con el compañero de la estiba que le señala dónde ha de ir el cargamento. Lo preferible, reconocen los narcos, es que la carga se quede en la zona de tránsito del puerto porque en ella permanecen más días y ellos disponen de mayor margen de maniobra.
Al tratarse de grandes cantidades, se necesita que un camión saque la mercancía al exterior. Normalmente, luego se suele llevar a una nave. Y de la nave, a varios pisos dividida en cantidades menores.
– ¿Cuánto cobra esa gente a la que dices que sobornáis?
– En total, se llevan un 30% de la cantidad enviada. De 1.000 kilos, 300 son suyos. Si metemos 10, 3 van a parar a sus manos. Los guardias civiles a los que corrompemos se llevan la mayor parte, en torno a un 16 o 17%. En realidad, nunca podemos saber cuánto se lleva cada uno. Pero el 30% es fijo. Ellos luego se reparten la mercancía en función de los acuerdos a los que llegan.
En el mercado mayorista español, en la actualidad un kilo de cocaína cuesta en torno a los 24.000 euros. Esa cifra, multiplicada por 300 kilos, por ejemplo, supone 7,2 millones de euros de beneficio a repartir.
– Si el negocio funciona así -cuestiona el reportero a otro narco- ¿para ellos resulta más rentable que para vosotros, no?
– Es evidente. No asumen apenas riesgos y se llevan millonadas. Ellos siempre se llevan sus kilos y luego lo venden o lo entregan a otras bandas que se los compran. Pero su parte es esencial porque si no, no sale del puerto. ¿O qué se ha pensado la gente, que se mete coca por obra del espíritu santo? Sólo hace falta que unos cuantos se dejen corromper. El dinero es muy goloso.
En 2017, de acuerdo a los datos facilitados por el Ministerio del Interior, las autoridades policiales se incautaron de 32.795 kilos de cocaína. En abril de este año, la Policía Nacional se hizo con el mayor alijo de esta droga en Europa. Se intervino un cargamento con 8.740 kilos. En el operativo se pudo detener a 11 personas. Uno de ellos era guardia civil.
El pasado 4 de julio, la Guardia Civil informó de que la Unidad Central Operativa (UCO) había detenido a 21 personas. Diez de ellas eran trabajadores del puerto de Algeciras. Formaban parte de una red que introducía grandes cantidades de cocaína y otras drogas mediante contenedores para entregarlas «a narcotraficantes de toda Europa». Se incautaron 480 kilos.
Por burlar los controles, los portuarios cobraban un 30% del alijo introducido con éxito, aunque en los últimos meses habían comenzado a pedir hasta el 50% debido, según ellos, al «aumento de la peligrosidad» tras la incautación de las casi nueve toneladas de cocaína de tres meses antes.
– Todo eso que sale es sólo la punta del iceberg- dice Zape mientras apura su refresco-. Al final, los agentes tienen la sartén por el mango. El que pierde es el que mueve la coca, no el que permite que se mueva, al que es más difícil cazarlo.
‘Pagos en espejo’
Una vez el envío de droga ha entrado en España de forma satisfactoria para los narcos, se ha de proceder al pago de la mercancía. En ocasiones, a las bandas se les piden señales o la transacción previa de todo el dinero. Pero quienes gozan de la confianza de las oficinas del cártel suelen realizar los reembolsos a posteriori. ¿Cómo? Uno de los método es el ‘pago en espejo’.
Pongamos que hay que desembolsar 40 millones de euros a un organización radicada en Colombia. El traficante español, que hace de importador, contacta con un empresario español con capacidad financiera e intereses en Suramérica. Pongamos que ese empresario tiene negocios en el sector inmobiliario colombiano.
El traficante le propone al empresario que él realice el pago y, a cambio, se le reembolsará el 17% de la cantidad total transferida. Pongamos que el empresario acepta. Al otro lado del charco es necesario que en el momento de la transacción, otra persona con capacidad económica entregue a la oficina del cártel los 40 millones de su propio bolsillo.
Luego, mediante ingeniería financiera, el empresario español hace llegar los 40 millones a su homólogo en Colombia, que a su vez los ha entregado al cártel. De ahí que se llame ‘pago en espejo’: se produce la entrega del dinero a ambos lados de manera coordinada.
“Cuando el que está aquí recibe el dinero, da el ok para que paguen allí”, sentencia un traficante que suele usar ese método para saldar sus deudas. «No me digas cómo lo hacen, pero entiendo que sólo es accesible para grandes fortunas».
“Íntimo conocimiento de las finanzas mundiales”
En un reciente estudio del Observatorio Colombiano del Crimen Organizado, formado por la Universidad del Rosario (Colombia) e Insight Crime, se hace un análisis del narcotráfico en dicho país con datos de 2017. En él se dice: “[Los narcos] Ya no tocan nunca un kilo de droga, y mucho menos una pistola 9 milímetros chapada en oro. Sus armas son un teléfono móvil encriptado, una variada cartera de negocios establecidos legalmente y un íntimo conocimiento de las finanzas mundiales”.
– Ni siquiera nosotros sabemos cómo se hace realmente- explican los narcos entrevistados-. Sabemos que entregamos el dinero a alguien muy poderoso de aquí que se encarga de las transacción a los de allá.
Las ‘conejitas’
Otro método para el pago, aunque mucho más lento, es el de las ‘conejitas’, explica un narco. Las bandas de traficantes españoles buscan formas de cómo abonar las mercancías que les envían las oficinas latinoamericanas.
Algunas organizaciones españolas traen a mujeres jóvenes de origen latinoamericano a España durante varios días. Suelen hacer que viajen en grupos de diez, aunque en vuelos distintos, incluso con billete de avión a aeropuertos diferentes. A algunas las hacen pasar por homosexuales y las traen en pareja.
Una vez en España, las mandan 10, 15, 20 días de vacaciones a un hotel de lujo. Antes, ellas les han dicho a las autoridades policiales que han venido en un viaje de ocio. Pasado ese tiempo, la banda de narcos les entrega 200.000 euros en billetes de 500.
Antes de retornar a su país de origen, las mujeres, dentro de un preservativo o de un cilindro, se introducen 100.000 euros por la vagina y otros 100.000 por el ano. En cada remesa, el narco español paga 2 millones de euros. Si adeuda 40, deberá repetir el mismo proceso 20 veces, hasta saldar su deuda.
Las mujeres casi nunca repiten viaje. Las bandas no quieren ‘quemarlas’ y que las autoridades policiales españolas sospechen de sus rostros. Las organizaciones delictivas les entregan 6.000 euros por el trabajo. “Si pasan el escáner en España, no hay problema. En Colombia sabemos que tenemos vía libre para que entren…”.
El negocio de la coca no se detiene. A lo sumo, muta para no frenar.