Gibraltar y su entorno viven con tristeza y resignación las últimas horas antes de que el Peñón consume su Brexit
Jesús Antonio Cañas y Marcos Moreno para El País
Solo un milagro habría evitado que en la medianoche de este viernes la bandera europea dejara de ondear en Gibraltar. Después de tres años y medio de idas y venidas, de aplazamientos y elecciones que hicieron a los gibraltareños acariciar la idea de que el temido Brexit quizás no llegaba a producirse, solo quedaba encomendarse a la providencia. Y ni eso ha servido en las últimas horas de un divorcio entre los habitantes del Peñón y sus ciudades gaditanas cercanas, vivido entre la resignación y la profunda tristeza de saberse testigos de un momento histórico.
“Llevamos un día muy triste, para qué negarlo”, confiesa Manuel Márquez, un trabajador transfronterizo en La Roca que ahora revive aquella noche del 15 de noviembre de 1978 en la que, desesperado, saltó esa frontera cerrada durante el franquismo para acudir al entierro de su padre. Hoy, él vive en La Línea de la Concepción y su hermana Eustaquia, en Gibraltar, donde obtuvo la nacionalidad británica y desde donde este viernes vivió el divorcio con la UE. “Si la quiero ver, cojo la moto y voy, pero la incertidumbre está en qué pasará. Ahora revivimos que nos intenten dividir de esta forma. Aunque nos tranquilizan de que no, el temor es que todo se ponga peor”, reconoce Márquez apesadumbrado.
El empresario linense Loren Periáñez pasará a la historia como el presidente del Grupo Transfronterizo en el momento del Brexit y ya está acostumbrado a escuchar estos sentimientos a ambos lados de la frontera. Y él explica, entre la tristeza y la resignación, lo que ya solo los más despistados en la zona desconocen: “A partir de ahora comienzan 11 meses de transición en los que nada va a cambiar. Podremos entrar y salir en las mismas condiciones. En la aduana comercial tampoco cambiará nada”.
Esta ausencia de cambios emana de unos acuerdos transitorios que dan un balón de oxígeno a los 34.500 ciudadanos gibraltareños, que con frecuencia pasan a España, y a los 15.000 empleados transfronterizos —9.000 españoles, según estimaciones del Gobierno gibraltareño— que cada día cruzan la frontera. La clave vendrá de la negociación que ahora se abre y en la que España y el Reino Unido tendrán que definir cómo gestionan sus relaciones en Gibraltar, donde nunca llegó a aplicarse el espacio Schengen para los pasajeros ni la libre circulación de mercancías. Todo ello en una ciudad que importa de España 1.500 millones de euros en mercancías al año (según cálculos de Gibraltar).
La mesa de negociación sobre Gibraltar y su entorno tiene menos de un año para acordar cómo será el tránsito en la frontera, la situación de los transfronterizos o la colaboración fiscal
“La ansiedad empezará de nuevo estos días, después de la noche”, asegura Daniel Massias, empresario y gestor de una franquicia de Eroski en el Peñón. Su hermano y socio Solomon va más allá: “Si no firman acuerdo, total o limitado, vendrán los líos”. La mesa de negociación sobre Gibraltar y su entorno tiene menos de un año para acordar cómo será el tránsito en la frontera, la situación de los transfronterizos o la colaboración fiscal, entre otras muchas cuestiones. Pero eso tocará tras el divorcio. Este viernes apenas había hueco en el sentir general para algo que no fuese “la tristeza y el corazón apesadumbrado”, según ha asegurado Fabián Picardo, ministro principal de Gibraltar, en un discurso en la televisión local GBC. “No pretendamos ser felices. Dejemos claro que esta no es nuestra elección”, ha zanjado.